El poder sobre los demás es fuerza. El poder sobre uno mismo es sabiduría. Por lo tanto, el viajero elige con atención, y lo pondera todo a la luz del Señor de la Luz.
El primer poder es centrarse. Recoger todo lo que ha desaparecido Y dejar a un lado lo que tiene que venir. Por ello el sabio reclama el control de su mente.
En el fondo de la conciencia del alma, el sabio planta las raíces de su mente. Como un árbol que se dobla con el viento, El Sabio lo tolera todo Y permanece imperturbable. Éste es el segundo poder.
El Señor del Amor no cierra ninguna puerta. Siguiendo al Maestro, El sabio se adapta a todas las diferencias, y nunca permite que nada le afecte. Éste es el tercer poder.
Por todas partes hay trampas e ilusiones y un diluvio de palabras puede anegar el camino, El sabio discierne, y encuentra el diamante Entre las piedras falsas. Y éste es el cuarto poder.
Viendo sus propias acciones. Tan claramente como ve la de sus hermanos, El sabio nunca deja que el deseo Influya en la decisión. El buen criterio es el quinto poder.
Incluso el viajero sabio se ve acuciado por obstáculos. El sabio se enfrenta a la roca en el camino y a la debilidad que conlleva con la misma valentía. Afrontar con valentía es el sexto poder.
Creando alianzas, El sabio ayuda a sus compañeros. Dos pueden hacer lo que uno no puede. Cooperando en todas las cosas, honra a sus compañeros. La cooperación es el séptimo poder.
Cuando empieza la locura, los ladrones mandan. El sabio, imperturbable, se retira. Retirarse sin culpa es ser sabio. Éste es el octavo de los grandes poderes.
Del Tao of the Traveller (El Tao del viajante) de Barbara Bossert Ramsay.